El próximo Festival Sónar 2025, que se celebrará del 12 al 14 de junio en Fira de Barcelona, está envuelto en una polémica debido a su asociación indirecta con la firma de capital privado KKR. El fondo, acusado de invertir en empresas israelíes vinculadas a la tecnología de vigilancia y el equipo militar utilizado en Gaza, ha generado críticas generalizadas y ha provocado una oleada de retiradas de artistas y llamamientos al boicot.
Creciente ola de cancelaciones
En las últimas semanas, más de 50 artistas y colectivos han anunciado su baja en la edición de este año de Sónar. Entre los canceladores se encuentran nombres destacados como Julianna Huxtable, Animistic Beliefs, ABADIR y DJ Emma, junto con instituciones culturales como la Universitat Pompeu Fabra, que tenían previstas colaboraciones durante el evento paralelo Sónar+D.
Las cancelaciones se producen tras una carta abierta firmada por más de 140 artistas que insta al festival a abordar su estructura de propiedad y su presunta complicidad en acciones contra la población palestina. Los organizadores de la Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural a Israel (PACBI) han llamado formalmente al boicot del festival, acusándolo de incumplir las exigencias éticas a pesar de las declaraciones públicas que condenan el genocidio en Gaza.
El festival responde, pero persisten las críticas
En respuesta a la creciente presión, Sónar emitió un comunicado reafirmando su independencia de KKR y asegurando que ni un solo euro de la venta de entradas ni de los beneficios se destinará a actividades relacionadas con Gaza. Según el festival, todos los ingresos se reinvierten en futuras ediciones, mientras que las decisiones operativas se mantienen completamente al margen de las inversiones de KKR.
El comunicado también enfatizó el compromiso de Sónar con los derechos humanos, afirmando: "Condenamos inequívocamente el genocidio cometido contra el pueblo palestino". A pesar de estas garantías, los críticos argumentan que el festival no ha abordado lo suficiente las preocupaciones sobre sus vínculos indirectos con KKR. PACBI criticó la respuesta como insuficiente, señalando que Sónar no abandonó las colaboraciones con marcas identificadas como objetivos prioritarios del BDS, como Coca-Cola y McDonald's McFlurry.
Aumenta la presión política
La reacción negativa se extiende más allá de la comunidad artística. Grupos políticos locales, incluidos representantes de ERC en Barcelona y L'Hospitalet, han instado a las autoridades municipales a no ofrecer representación institucional en Sónar. Rosa Suriñach, concejala de ERC, declaró: «La conexión entre KKR y festivales como Sónar o Brunch Electronik es incompatible con el compromiso de la ciudad con los derechos humanos».
Además, la controversia ha generado una mayor tensión en la relación de Sónar con otros actores clave. Varios vendedores de alimentos y expositores han retirado su participación, lo que ha complicado aún más los preparativos del evento.
Medidas adoptadas por los organizadores
Para mitigar la crisis, Sónar ha implementado medidas destinadas a fomentar el diálogo y abordar las cuestiones éticas. Estas incluyen:
Permitir a los asistentes exhibir símbolos de apoyo a Palestina dentro de los límites legales. Creación de un espacio dedicado, Stage+D, para debatir temas como el papel de la cultura en los conflictos globales, modelos de financiación éticos y prácticas de sostenibilidad.
Se exploran colaboraciones con ONG que trabajan para ayudar a la población de Gaza, aunque aún no se ha confirmado ninguna organización específica.
Además, el festival ha establecido un procedimiento para el reembolso de entradas a quienes no deseen asistir por motivos éticos.
Un debate más amplio sobre cultura y capital
La controversia en torno a Sónar pone de manifiesto tensiones más amplias en los sectores musical y cultural con respecto a la influencia de las empresas de capital privado. Los críticos argumentan que los festivales deben adoptar directrices éticas más estrictas al seleccionar patrocinadores y socios. Mientras tanto, quienes apoyan a Sónar sostienen que el festival opera con independencia de las inversiones de KKR y continúa defendiendo valores de innovación, inclusión y responsabilidad social.
Mientras los debates continúan, una cosa está clara: la intersección del arte, el activismo y las finanzas sigue siendo un campo de batalla polémico. Por ahora, Sónar se enfrenta al reto de reconstruir la confianza entre artistas, público y activistas, a la vez que lidia con las complejidades de operar en un mundo cada vez más polarizado.
Queda por ver si el festival podrá salir indemne de esta tormenta y qué lecciones puede ofrecer al sector cultural en general.
Más de 50 artistas han cancelado su participación en Sónar 2025, citando los vínculos indirectos del festival con la firma de inversión KKR, que ha sido vinculada a las industrias tecnológicas y de defensa israelíes.